domingo, 28 de junio de 2009

Diógenes vs. Medios de desinformación


No sé a quién se le ocurrió la idea. Pero sí sé una cosa: ha sido la prensa la que le ha dado difusión. Me refiero a eso que algunx malnacidx ha llamado síndrome de Diógenes. Este síndrome consiste, como sin duda ya sabéis –y, si no, ya os lo explico yo–, en que la persona que lo padece, generalmente unx pobre viejx que vive solx, se dedica a acumular dentro de su casa la basura que se va encontrando por ahí tirada. Al final, lo más frecuente es que lxs vecinxs llamen a la poli o, mejor aún, a algún programa de la tele para que vengan a grabarle y a humillarle y así el público, cómodamente sentado en el sofá de su casa, pueda reírse impunemente.

Vale, muy bien, ¿verdad? Pues no. Muy mal. A eso me refiero: ¿de quién cojones fue la idea de denominar a esa puta enfermedad síndrome de Diógenes? Pues, de momento, a alguien que no tiene ni puta idea. Hace unas semanas, sin ir más lejos, pude leer en El País la última muestra de esto que digo, esta miserable campaña de desprestigio. Un artículo titulado Y el síndrome de Diógenes llegó al ordenador. Tratando el problema del spam en el correo electrónico, identifica a Diógenes con la "manía de almacenar basura". Leyéndolo, cualquiera llegaría a la conclusión de que Diógenes también es culpable del spam en Internet.

Bueno, pues, si algunx de estxs presuntxs Profesionales de la Información se hubiera molestado en informarse, habría descubierto lo que estoy diciendo: que eso que ellxs llaman síndrome de Diógenes no tiene nada que ver con Diógenes, Diógenes de Sinope, y que, de hecho, ese tipo de comportamiento es el más opuesto al suyo propio que se pueda imaginar. Habría descubierto que Diógenes fue un hombre y un filósofo, el máximo exponente de la escuela cínica, que eligió una forma de vida basada en la frugalidad. Rechazó todo lo que es innecesario y superfluo para vivir una vida más autónoma y más auténtica. Y hay que decir que, en la época en la que él vivió, el siglo IV a. C., la gente vivía con mucho menos que hoy en día. Bueno, pues Diógenes vivió con menos aún, rechazando todos los bienes materiales innecesarios, que son casi todos: eso que hoy conocemos como Consumo. Eso que encadena el espíritu y convierte a poseedorx en poseídx y a consumidorx en consumidx. Y no lo hizo por capricho. Con ello, Diógenes endureció su espíritu, se hizo más autónomo y día a día ganó su libertad, lo más preciado para él. Y así, nos regaló una valiosa lección: para ganar la libertad, es necesario renunciar a todo lo innecesario.

Lo que hace toda esta teoría especialmente valiosa es que no se queda en mera teoría: es una práctica. Diógenes vivió como pensaba. Como negaba la propiedad privada, llevaba consigo, en su zurrón, todo lo que necesitaba y vivía en un tonel. No contento con ello, se dedicó a burlarse de lxs ciudadanxs de Atenas; a señalarles lo equivocado, convencional y ridículo de cada una de sus costumbres y cada una de sus verdades, y a incitarles a vivir según su naturaleza. Porque, según lxs cínicxs, los hombres –y las mujeres– se han apartado de su naturaleza y por tanto han dejado de ser hombres –y mujeres. Eso explica, por ejemplo, que Diógenes deambulara por el ágora, en pleno día y con un farol encendido, buscando un hombre. O que se cachondeara de quienes se arrodillan para rezar a sus dioses. O que se masturbara en público. O que, cuando Alejandro Magno, que admiraba al filósofo, se le acercó para decirle que le pidiera lo que quisiera, él le contestara: “Que te apartes y no me quites el sol”. Y así todo.

Así pues, brevemente explicado esto y puesto en relación con lo que he comentado en principio, queda meridianamente claro lo que he dicho: que lo del síndrome de Diógenes no tiene ningún sentido. Porque, si Diógenes rechazaba toda posesión material, ¿para qué habría de ir por ahí recogiendo basura? ¿Y dónde habría de almacenarla, si vivía en un tonel?

Y no es que esto que digo sea algo difícil de comprobar, no. ¿No se supone acaso que es deber de quien se dedica a informar contrastar sus fuentes? Sí, lo es. Y eso me lleva a pensar que no se trata de ningún error, sino que es algo hecho a conciencia. Porque ni siquiera ahora, después de todo el tiempo transcurrido, lxs mierdas de este mundo perdonan a Diógenes que pusiera patas arriba su mierda de sistema de valores, el de antes y el de ahora, que, básicamente, sigue siendo el mismo; sólo que más corrupto, más viejo y más feo.

Y eso es lo que más me revienta de todo este asunto. Porque, que una pandilla de abusonxs que tienen los medios en sus manos se dediquen a difamar, pongamos por caso, a lxs anarquistas, llamándonos terroristas o piradxs o gamberrxs… Mal está, en efecto; sobre todo porque nosotrxs no tenemos sus medios y no podemos defendernos de sus ataques en igualdad de condiciones.

Pero ahora, que se dediquen a difamar a alguien que lleva veintitrés siglos muerto… Bien, éste no puede defenderse de ninguna forma. Alguien tiene que hacerlo por él. Así que, modestamente, desde aquí, lo hago yo: ¡dejad tranquilo a Diógenes, hijxs de putx!

Y, ya que estoy, reivindicar su figura y rendirle un pequeño homenaje.

¡Salve, Diógenes el Perro!



jueves, 4 de junio de 2009

Erecciones europerras



Aquí vienen de nuevo.


Ahora intentan enmascarar su Unión bajo un ligero barniz de democracia. Lo cierto, sin embargo, es que este mostrenco burocratizado fue creado por motivos económicos. Y todxs sabemos que la Economía Capitalista no tiene nada de democrática. Una pequeña ojeada histórica deja bien claro, a quien quiera verlo, que la Construcción Europea se ha hecho según los designios de las élites que manejan la Economía: la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la Comunidad Europea de la Energía Atómica, la Comunidad Económica Europea, Maastricht, el Euro, el Banco Central Europeo...

A mí, al menos, nadie me ha preguntado si todo este proceso me parecía bien o me parecía mal. Y huelga decir que me parece fatal. ¿Qué me importan a mí los negocietes que se quieran hacer cuatro bastardxs capitalistas? Ya sé que, para que a ellxs les vaya bien, es necesario que a mí me vaya mal. Así pues, ¿por qué bendecirles con mi voto? Al contrario, lo que me interesa es que les vaya fatal y que sus negocios se hundan en el cieno más abisal. Sí, sí, a mí me interesa que haya más Crisis. ¡Al infierno, hijxs de putx!


Y todo ello sin contar con que, en efecto, no creo en el Sistema Parlamentario. Me parece ontológicamente imposible que ningunx de esxs petimetrxs vaya a representar mis intereses en ninguna parte, y menos en un Parlamento. Y es que, ¿qué control voy a tener yo sobre las decisiones que tomen, una vez que hayan sido elegidxs?

Cualquiera que a estas alturas se trague la sarta de chorrisandeces que los Partidos escupen por la boca y por el culo sencillamente no está en su sano juicio: es un ente alienado, fanatizado, ciego y además orgulloso de serlo. No, no hay ni una sola razón para ir a votar. Y, para que no se os olvide, he desempolvado estas viejas pegatas tan buenas que hizo no recuerdo quién y que siguen teniendo vigencia. Como a mí me gustan: directas al hígado.


Y, por si no fuera suficiente, aquí está Chicho Sánchez Ferlosio, que lo explica mucho mejor. Y además, cantando.


Por último, constatar, una vez más, que las campañas son cada vez más estúpidas, aburridas y asqueantes. No es raro, así, que se espere una participación en torno al 40%. Me parece incluso demasiado.

Comparémonos con Italia, por ejemplo. Allí se está pronosticando una participación en torno al 80%. El doble, vaya. ¿Cuál es el secreto? Pues, sencillamente, una campaña que estimula la entrepierna: políticos pederastas, ministras buenorras sacadas del Telecupón, divorcios televisados, monopolios mediáticos, criminalización sistemática de lxs gitanxs y lxs inmigrantes, orgías en la Cerdeña a cuenta del erario público, chistes que dejan a Jaimito Borromeo a la altura de los Monty Python...

Hay que reconocerlo: lxs políticxs italianxs sí que se esfuerzan. Hace mucho que comprendieron que la política es, por encima de todo, espectáculo. Y lo están dando. En comparación, aquí el panorama es bien triste. Campañas más cerdas es lo que hace falta.