sábado, 28 de marzo de 2009

Creía que no lo soportaría


Creía que no lo soportaría. Esta tarde, la tarde del sábado, me ha tocado currar. Hay establecido -algún hijoputa ha establecido- un sistema rotativo de turnos. De forma que este mes me ha tocado estar allí, como un pringado, todas las tardes de los sábados. Figurando.

Es un trabajo de conserje. Consiste en eso, en estar allí y vigilar. Y lo que hay que vigilar es básicamente un vetusto edificio de seis plantas que alberga talleres, almacenes y locales por el estilo. Fue construído en los años 60 o así, y parece como detenido en el tiempo. No ha cambiado nada: lxs dueñxs se gastan lo mínimo. Todo, absolutamente todo, tiene el mismo aspecto que tendría hace 40 o 50 años. Las viejas y chirriantes persianas, cubiertas de polvo, que suben y bajan a manivela. El suelo, surcado de baches y cicatrices remendadas mil veces. Los cables enmarañados que serpentean por las paredes llenas de mugre. Las bombas de incendios que saltan cada dos por tres, dando unos sustos de muerte. Los ascensores que se quedan colgados un día sí y otro también, a veces con infelices dentro a lxs que, supuestamente, yo he de rescatar. El teléfono de disco, cuya línea chisporrotea y gorgotea y escupe psicofonías que harían furor en el programa del Iker Jiménez.

A todo este montón de mierda, ahora le llamarían vintage, supongo. No negaré que tiene su encanto.

Las tardes de los sábados son particularmente pesadas. No hay ni dios en el edificio. Tampoco hay que hacer gran cosa. El tiempo pasa lentamente. Allí, uno se enfrenta a la Nada más absoluta. Suelo llevarme lectura para pasar el rato. Pero hoy no podía concentrarme en nada. Hoy me sentía yo allí como lo que era: un animal enjaulado. Me sentía inquieto, perturbado. Una presión nauseabunda se me agolpaba en el pecho. Sentía ganas de llorar, de gritar, de salir corriendo y no volver nunca. Hoy he sabido cómo se sentía Jack Torrance en el Hotel Overlook. Por suerte, no estaba conmigo mi familia ni tenía un hacha a mano.

Esto es lo que hace con nosotrxs el trabajo. Doblegar el espíritu humano. Convertirnos en una mierda, en un guiñapo. No hay escapatoria, no hay compasión. Si lo aceptas, si lo tragas, acabarás convirtiéndote en el muñeco que quieren que seas.



Sé que esto no me pasa sólo a mí. Sé que incluso hay gente a la que le pasa constantemente. Callamos porque creemos que tenemos que pasar por ello, que es lo normal, que la vida es así. Es una puta tortura.

Pero no pienso aceptarlo. Yo aún quiero salvarme. Esto no es vida. No es normal, no es bueno, no es saludable. Es irracional. El trabajo nos convierte en mercancía, carne de explotación, capital humano. Nos anula, nos somete. Nos mata.

Yo no estoy muerto. Aún no.

Creía que no lo soportaría. Entonces, he cogido un trozo de papel y he escrito esto. Eso me ha ayudado un poco.



Epílogo: He estado dudando si colgar esto aquí o no. ¿Demasiado personal? Es un blog personal... Al final me ha parecido mejor compartirlo con vosotrxs. Para que no os sintáis tan solxs. Para que podáis decir: Menos mal. No es cosa mía. No soy la única persona a la que le ocurre esto.

Para que veáis lo enrollao que soy.

martes, 24 de marzo de 2009

Fuera rectores de la Universidad


Algo hemos sacado en limpio de todo esto. Por ejemplo, yo por fin me he enterado de por qué se llama Plan Bolonia. Al parecer, en caso de que a alguien no le gustara el Plan A, el Plan B consistía en enviar a la policía para hacer con la disidencia salsa boloñesa.

En efecto. Como podéis ver, los mossos d'esquadra salieron el miércoles pasado a picar carne. Todo en nombre de la Democracia, por supuesto. El portavoz de los mossos se hizo el ofendido -en realidad, estaba orgulloso- cuando surgieron las comparaciones con los famosos "grises", delante de los cuales, según parece, corrió todo el mundo durante el franquismo. El mismo mundo que, como el Montilla, presidente de la Generalitat, defiende la actuación de los mossos y califica a sus víctimas de "minoría radical", con lo cual se merecen las hostias recibidas. Parecen pensar que las hostias de la policía actual duelen mucho menos que las de la policía de antes. Puede que lo piensen porque, después de todo, es cierto que corrían, corrían como el viento, y las hostias en cuestión nunca les alcanzaron. ¿O será que las han olvidado ya? Enigmas sin resolver...

Es sólo parte de los abusos de los mossos a la gente que protestaba por el desalojo de la UB.


En cualquier caso, nada nuevo bajo el sol. Ocurre, no obstante, que esta vez también ha recibido la prensa, y eso, claro, le ha dado al asunto mayor repercusión mediática. También recibieron un niño de 10 años, unos cuantos vejetes y un montón de gente que pasaba por allí. Pero éstxs no tienen dónde quejarse.

En cuanto al Plan o Proceso Bolonia en sí, la verdad es que no me he enterado muy bien. No he podido encontrar a nadie capaz de explicármelo con un poquito de coherencia. Se han hecho, eso sí, llamamientos al diálogo. No se habla de otra cosa en esta puta democracia. Sin embargo, el diálogo no ha comparecido. Como de costumbre, vaya. Siempre es más cómodo enviar a la policía. Las porras hablan alto y claro.

Por lo que he entendido, lxs partidarixs del Plan hablan de homologación de los títulos en toda la Unión y mejora de las salidas laborales. Sin duda, eso debe de significar que las empresas podrán explotar a las masas universitarias con mayor comodidad.

Lxs detractorxs, en cambio, critican la mercantilización de la Universidad. Es decir, los estudios se orientarán primordialmente a las necesidades de las empresas, en lugar de a la búsqueda del conocimiento y esas cosas. Además, el aumento de las horas presenciales dificultará a lxs estudiantxs compatibilizar el estudio con el trabajo, lo que impedirá a mucha gente el acceso a una carrera, al no poder pagársela. O sea, Universidad sólo para las élites.

Todos estos argumentos están muy bien. Pero hay algo mucho más definitivo para rechazar este Plan: se trata de algo impuesto desde arriba, sin consultar con lxs afectadxs, lxs de abajo. Si lo aceptamos, eso supone que seguimos aceptando que haya arriba y haya abajo. Estaremos aceptando que nos sigan tratando como a niñxs que no saben lo que les conviene. Que haya rectores que sigan rigiendo nuestras vidas.

Por eso,

¡FUERA RECTORES DE LA UNIVERSIDAD!

miércoles, 11 de marzo de 2009

Me gusta jugar con mi amigo Miguelito


Últimamente estoy releyendo a Mafalda. Me la leí entera hace ya unos años. Como entonces, me encuentro con tiras muy buenas y otras que no me gustan tanto. Por ejemplo, el personaje de Mafalda me resulta un poco cargante. Para empezar, sus inquietudes políticas son impropias de su edad, pero a la vez son bastante naif, y la verdad es que, la mayor parte de las veces, Quino no se moja demasiado. Otros personajes, como Manolito o Susanita, son un poco planos. Es decir, previsibles. A pesar de ello, tienen buenos momentos. Felipe, con su desbordante imaginación y su personalidad un tanto agónica, está claramente por encima de ellxs.

Pero, para mí, la estrella de la función es sin duda Miguelito.

En primer lugar, es un personaje más complejo y un niño más creíble. Me parece que esto se debe a que Miguelito no estaba inicialmente en la tira. Quino lo introdujo más tarde, cuando estaba, pienso, más maduro como creador -se nota también en su trazo, ya que gráficamente los personajes están mejor definidos- y por eso pudo diseñarlo mejor.

En segundo lugar, su ingenuidad parece más auténtica. No suena a impostada, como la de Mafalda. Por eso, Miguelito es capaz de lanzar cargas a mayor profundidad.

En tercer lugar, es un niño egocéntrico, como casi todxs lxs niñxs, y eso lo hace terriblemente divertido, porque lo convierte en una visión muy irónica de cómo somos los seres humanos. Su forma de ver las cosas es siempre LA forma. Se cree inmortal y lo cuestiona todo sistemáticamente. Aporta una percepción que es como un mazazo. No tiene ninguna piedad con sus amigxs, que le consideran "raro" y a lxs que suele dejar brutalmente descolocadxs.

Me resulta difícil elegir mi tira preferida entre todas las de Mafalda. Creo que es ésta. Atención a la reacción de Miguelito: aunque su reflexión final puede parecer cruel, en realidad se limita a traducir las palabras de Mafalda, típicamente antropocéntricas.

Veamos.


martes, 10 de marzo de 2009

El capitalismo es insostenible, es irreformable y además es desagradable



Creía que no sería así. Al fin y al cabo, deberíamos estar acostumbradxs, pues cada pocos años nos vemos metidxs en una de éstas. Son como el viento o el granizo: algo inherente al ecosistema en el que nos movemos.

Pero al final ha ocurrido: estoy hasta los cojones de la puta crisis. Y no por sus supuestos efectos devastadores. No. Los efectos eran igual de devastadores cuando la economía estaba -otra vez supuestamente- en la cresta de la ola. Pero sí, eran menos visibles. Es decir, menos mediáticos.

No. Lo que me irrita de todo este asunto es la incongruencia autoconsciente, convenientemente aderezada con sus buenas dosis de manipulación e hijoputismo.

Por un lado, no dejan de repetirnos, desde sus atalayas del rock 'n' roll, que el sistema ha fallado estrepitosamente. Esto lo reconocen hasta lxs gurús del ultraliberalismo económico. De hecho, ellxs fueron lxs primerxs que corrieron a pedir auxilio a Papá Estado en cuanto se les acabó el suelo bajo los pies. Pues sí, mamonazxs: no es que el Sacrosanto Mercado os haya fallado. Os creéis la hostia y tenéis memoria de pez: el Mercado siempre ha sido así, ¿vale? Un crecimiento continuado hasta el infinito es imposible. Im-po-si-ble. Según vuestros esquemas subnormaloides, los beneficios de un año han de ser siempre superiores a los del año pasado. Pero eso no puede ser. Necesariamente, todo lo que sube tiene que bajar, y por eso los ciclos económicos son consustanciales al capitalismo. Tiene que haber crisis por cojones: es una ley física inapelable, y ni siquiera con todo vuestro puto dinero os la podéis saltar. Más que nada porque el Dinero al que adoráis sólo es papel y vosotrxs sois unxs putxs imbéciles.

Bien, como iba diciendo... Por el otro lado, ninguna de las lumbreras que dirigen los destinos del Universo conocido han hecho absolutamente nada para cambiar el estado de las cosas. Tampoco es que se pudiera esperar nada de ellxs, claro. Precisamente están en una posición predominante gracias al Sistema putrefacto que ahora se les está descomponiendo y aguantarán todo lo que puedan, aferradxs a sus sillones.


Y así, claro, todo seguirá exactamente igual que como ha sido hasta ahora. Regalaremos toneladas de pasta a los bancos y a las empresas, igual que lxs Antiguxs hacían sacrificios humanos a sus dioses; sólo que los sacrificios de ahora se llaman paradxs, excluídxs, indigentes, sintechos... basura, vaya. Pero bueno, saldremos de ésta. Y, dentro de diez o quince años... ¡Zas, otra vez en crisis! Y otra vez lo mismo: "¡Dios mío, cómo ha podido pasar esto!", etc.

¿Estamos tontxs o qué? A ver si nos enteramos de una vez: el capitalismo no se puede reformar. Precisamente por su gran capacidad de adaptación, siempre encontrará la manera de hacer lo mismo por otra vía, aunque sea, formalmente, completamente diferente. La única manera de reformar el capitalismo es destruyéndolo. Así, desde la base, y construír un sistema radicalmente distinto. Igualitario, justo, transparente... Democrático. Porque, me cago en la puta hostia, el capitalismo es incompatible con la democracia. ¿Acaso lxs dueñxs de las empresas, de los bancos, etc., han sido elegidxs por alguien? ¿Y acaso no son ellxs, y no lxs políticxs, como pretenden hacernos creer, quienes toman las decisiones reales? Entonces... ¿de qué #%&*@! democracia estamos hablando?

Pues bien, si queremos acabar con el capitalismo, no podemos confiar en que lxs de arriba lo vayan a desmantelar. Dejémonos de obamapolleces. No podemos confiar en vanguardias ni en mesías. Sí, amigxs, es duro, pero es así: tenemos que hacerlo nosotrxs mismxs.

No se trata de hacer la revolución, no. No seamos ingenuxs. Este desaguisado no se arregla en cuatro días. Las jerarquías se reproducirían como los hongos, y otra vez vuelta a empezar. Y la hemos cagado ya tantas veces... Para evitarlo, hay que estar preparadxs. Es preciso un alto nivel de autoorganización, de autoeducación: un alto nivel de anarquía. Y eso es algo que se va contruyendo día a día. Es necesario cambiar nuestras actitudes, nuestras formas de pensar. Hay que cortar los lazos que nos atan al Poder. Ahora mismo somos muy dependientes. Estos cabrones nos han vendido un montón de mierda, nos han llenado la cabeza de bazofia, y nos la hemos tragado como si nos fuera la vida en ello. Partimos casi de cero. Por eso, será una labor ardua. Cambiémonos a nosotrxs mismxs, rompamos nuestra dependencia y ganemos la vida. Ese día, la Revolución ya estará hecha, no necesitaremos de nuestrxs opresorxs y, sencillamente, desaparecerán, porque su Poder habrá desaparecido.

Y se acabó la Crisis.